Nunca pierdas la esperanza, nunca tengas prejuicios, nunca rechaces la felicidad venga de donde venga mientras brote de una fuente noble y sobretodo nunca te rindas. La vida a veces es injusta con las buenas personas, nos deja cicatrices inmerecidas que nos cuesta olvidar o que nos acompañarán durante muchísimo tiempo.
Lucha, saca las uñas, agárrate fuerte a cada día, porque en un futuro más o menos lejano, llegará ese motivo por el que ha merecido la pena tanto esfuerzo. No hay mal que cien años dure y algún día encontrarás esa razón que te haga pensar que el duro camino no ha sido en vano.
Tú eres esa razón. Llegaste como aire fresco a mi vida, como un nuevo Sol que iluminó cada rincón de oscuridad, un calido beso que me recordó lo bello de despertarse por las mañanas con una ilusión todos los días. Desde que has aparecido he crecido como persona, como hombre y como pareja; he recuperado la sonrisa con cada uno de los mimos brotados de una manera natural y sincera de tu corazoncito. Con tu sonrisa inocente me has hecho ver lo que es una persona no contaminada, capaz de amar con el alma, por muchos parches y cicatrices que lleve en ella.
Llegaste de una vida lastimada a darle la mano a otra vida lastimada, la mía. Juntos construimos un nuevo mundo, creyendo firmemente en nuestro amor, con unos cimientos solidos de confianza, entrega y cuidados. Lamiendo mutuamente nuestras heridas, damos un nuevo pasito cada día, dejando atrás todos esos miedos y demonios del pasado. Alimentamos este amor con comprensión, con diálogo, aprendiendo a escuchar antes de hablar.
Ahora puedo decir que he llegado a la cima, he encontrado al amor de mi vida. Y no es algo impulsivo, algo fortuito, cuanto más tiempo pasa, más tiempo quiero pasar contigo; cuanto más te conozco más ganas tengo de casarme contigo.
Doy gracias a la vida por cada segundo que me permite pasar a tu lado. Quédate siempre a mi lado, quiero cuidarte toda mi vida.
Te amo Liz.
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